Y para reflexionar durante el fin de semana, os dejamos con este orgulloso agricultor: Marcos Garcés Lizama, 28 años.
Mi madre cuenta que casi sin saber andar pasaba tardes enteras con un tractor de pedales y un remolque haciendo maniobras, o que me escapaba en el tractor con mi abuelo, que ya era un peligro y lo teníamos prohibido. Ser agricultor va en la sangre y por si fuera poco, ¡tu padre lo alimenta!
Desde que recuerdo, soy agricultor (o proyecto de), me encanta el campo, el medio rural… lo que no tenía tan claro era dedicarme a ello. Cualquier sociedad te bombardea con su lógica mientras creces y ésta, tan confundida y de dudosos valores, te orienta hacia trabajos maravillosos en los que ganas mucho, trabajas lo justo y no te ensucias. Y la agricultura nunca está entre esos idilios. Debe ser por lo de ensuciarse…
La realidad es que vivimos en una sociedad que promociona la economía especulativa y financiera frente a la productiva, a la real, a la que produce “cosas” con un valor más allá del económico. La agricultura no puede estar en ese top cuyos dogmas principales son el individualismo y “conseguir beneficio a costa de lo que sea”, definición de este voraz capitalismo cuyo resultado ha sido esta estafa llamada crisis.
Para el sistema, los agricultores somos unos bichos raros que vivimos de algo tan volátil como el suelo y el cielo y que practicamos un oficio del pasado económicamente nada guay. Se olvida que el mundo está habitado por personas, y que viven porque comen verduras, fruta, carne, no valores de bolsa o acciones. Producimos algo que es insustituible. Pero además se parte de un error, poner la boina a un sector que puede ser tan tecnológico e innovador como el que más.
La agricultura aparece denostada e infravalorada en una sociedad preocupada por mil y una tonterías y no por cosas tan trascendentales como su alimentación. Mis compañeros de universidad, como no me veían la boina, no se creían que fuera agricultor, pero cuanto más les explicaba más les interesaba, y ellos mismos reconocían que nunca se habían preocupado por la procedencia de los alimentos que consumían… ¿En qué mundo vivimos? Cuando les enseño el Índice de Precios Origen-Destino con variaciones de 300%, 700% y más… se echan las manos a la cabeza.
La agricultura es el oficio más bonito, digno y noble del mundo y, quizá también, de los más duros e injustos. Representa un conjunto de valores que la sociedad ha perdido y nosotros los mantenemos, o así debería ser. Telefónica, Santander, Mapfre… son los valores de hoy, en cambio esfuerzo, dedicación, implicación, compromiso, colaboración… AGRICULTURA, están en peligro de extinción.
Si no es el oficio más antiguo del mundo, casi. Es una filosofía de vida en la que el clima te obliga a tener los pies en el suelo.
Por eso cuando terminé la carrera, sociología y ciencias políticas, tuve claro lo que quería ser. En la universidad aprendí a valorar la agricultura de una forma distinta, a tener una visión más amplia. Aprendí mil y una cosas que nada y todo tienen que ver con ella, a analizar el marco en el que se desarrolla y, sobre todo, descubrí que la agricultura debe ser social porque esa es su esencia.
Allí me di cuenta de lo equivocado del sistema en el que vivimos, que pone a la cola un sector determinante y estratégico, un sistema que relega a la economía productiva a los suburbios. Pero también me di cuenta que somos los agricultores los que hemos caído en la trampa, los que nos conformamos y exprimimos individualmente en nuestros bolsillos las insultantes PACs que nos imponen sin tener la fuerza ni la imaginación para cambiarlas. No me gusta ver agricultores peleando solamente por su bolsillo mientras lo que está en juego es el futuro y la dignidad del sector. Menos bolsillo, más ideas y más compromiso.
Y me entró la responsabilidad. Ser agricultor es un orgullo; y como agricultores tenemos la obligación de defender el sector, ser coherentes con nuestra profesión. Los jóvenes somos los encargados de poner a punto la agricultura, de regenerarla. El relevo generacional no se puede quedar solamente en las explotaciones como un dato, debemos mirar al pasado para construir el futuro, recuperar la esencia, el espíritu y los valores para adaptarla a los tiempos. Los jóvenes tenemos la tarea de construir una agricultura social, en consonancia con el entorno, sostenible, respetuosa, comprometida y cooperativista. Debemos lograr que la sociedad y las instituciones conozcan, valoren, respeten y se impliquen en el sector.
La gente ni conoce ni sabe lo que es el sector y ese desconocimiento es tan perjudicial como peligroso. La agricultura es cultura, como la propia palabra indica y esta sociedad necesita aprender de ella como nosotros necesitamos integrarnos mejor en esta. No puede ser que la socialización aleje de un oficio tan vital a un tío como yo, que nací agricultor.
Marcos Garcés Lizama, 28 años, agricultor profesional en Bañón (Teruel). Afiliado a UAGA-COAG. Licenciado en sociología y cursando la licenciatura de Ciencias Políticas.
Fuente: COAG
Esta carta está dando la vuelta en todos los medios. Escuche de esta historia en la radio hace unas semanas y ahora lo leo en este blog a través de que lo comparta los amigos de Cooperativas Agroalimentarias. Me siento muy orgullosa de lo que piso y de lo que hago en el día a día. Mi empresa de asesoría y servicios agrícolas me está permitiendo conocer con mayor consciencia todo aquello que de pequeña me enseñó mi padre. La gente joven es la que tiene que luchar ahora por recuperar que se valore el campo y la agricultura. Es lo que tenemos y lo que debemos defender! Saludos Grupo Montes Norte
Totalmente de acuerdo. Es increíble cómo podemos llegar a «adorar» productos y elementos tan lejanos a nosotros, dejando a un lado valores tan imprescindibles como tenemos en el campo. Nosotros no nos olvidamos de que somos los encargados de alimentar al mundo ¡¡¡y nos sentimos orgullosos de ello!!! La sociedad debe cambiar el chip y pronto volverán a enamorarse del campo, y no tanto de futbolistas de «élite»… ¿no crees? Encantados de saludarte de nuevo, Ana 🙂
Enhorabuena por el artículo y por colaborar con la fijación de la población rural (especialmente teniendo tu edad y tu formación).
Sin embargo, sí que me gustaría matizar un par de cosas. Habiéndome criado en provincias y teniendo muy cerca ejemplos de lo que es la vida en el campo y de cómo se tiende a darle la espalda, debo decir que estoy muy de acuerdo en casi todo lo que dices.
Lo que no entiendo es esa necesidad de denostar otros sectores para que el propio parezca aún más importante de lo que es. Pues chico, yo admiro profundamente a todos los que tienen vocación y ponen pasión a lo que hacen, y más cuando se trata de algo que tiene tanta importancia en el tejido social de España (parece que no hay vida ni futuro fuera de las 8-10 capitales más importantes, ya ni siquiera hay que irse a los pueblos para que parezca todo desolado). Pero de ahí a decir que es una vergüenza que se ponderen sectores como los seguros, las telecos o la banca. ¿Los seguros? ¿En serio? ¿Qué sería de la agricultura actual sin seguros? ¿Qué pasa cuando el año es muy malo? Respecto de las telecos, si hay alguna posibilidad de que sobreviva el medio rural a medio plazo, tengo claro que éstas pasan por lograr una conectividad máxima que permita a los jóvenes vivir de acuerdo a los tiempos. Y, por último, la banca. El coco. Los malos. ¿Qué pasa, que en banca sólo curran «oligarcas», «poderosos» y gente con chaqué, sombrero de copa y que fuman puros? Luego nos quejamos de que le pongan boina al agricultor. La banca, en un mundo como el de hoy, también cumple una función fundamental, tan digna o indigna como el resto de sectores (siempre nos quedamos con lo malo, pero creo que poder pagar online, tener mi dinero en un cajero de Cuenca cuando yo cobro en Almería, poder comprar mi maquinaria agrícola a préstamo, etc. no dejan de ser unos servicios fundamentales).
Resumiendo: el oficio y la forma de vida del agricultor son tan dignos y merecedores de alabanzas como el resto, pero no podemos cometer el error de pensar que el mundo gira únicamente porque nosotros le damos a la manivela y a pesar de lo que hacen los demás.
PD: Parece que se me ha ido la ano en la crítica, y no quería que sonase así. En cualquier caso, entiendo que la reflexión es producto del cabreo que entra al ver cómo se ignora la realidad del campo en un país en el que no hace tanto era la realidad de la mayoría de la población, y también sé que hay otros que se quejan mucho más con mucho menos motivo. Un saludo y gracias por lo que haces y por contarlo.